El final de la novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451,
hurta conexión alguna entre quienes memorizan libros y los rasgos que éstos
pudieran dar a aquellos o recibir de quienes los eligen. Tampoco la película de
Truffaut lo hizo. El libro que escoge memorizar el bombero Montag es los
Cuentos de imaginación y misterio, de Poe. Es decir, relatos de muertes que no
se advierten, de la que se sale para volver a ella, a la que te condenan para
que regreses o no termines de irte sin quedarte tampoco. Es una elección
impecable en quien viviera quemando los libros que ahora ama, resucitando lo
que matara. Pero tampoco habría sido mala decisión optar por uno de los libros
que, condenándolos, exhibiera haber leído su superior, el jefe de bomberos,
acaso el más culto de los lectores que Bradbury imaginara. Memorizando uno de los
que éste leyera, Montag habría honrado a ambos: a la víctima y a quien la
persigue. Tan útil es recordar una cosa como la otra.
Casi treinta años después de recordar a montag al crear
mi primera dirección de correo electrónico, leo este libro. Y me acuerdo de
quien me lo regalara.
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