Uno se acuesta muchos días sin saber por qué he de
hacerlo, por qué acabar el día si en él no logré tanto de lo que querría, si no
he llegado a sentir, disfrutar, usar o distinguir parte de lo que cada día debería
aportar a un hombre antes de poder dar un día por terminado, por empleado, antes
de poder estrenar uno nuevo. Pero los días se suceden sin que sean colmados, con
más intento que plenitud. Y uno, que ha visto a mi tía Uli crear y mantener
unida una familia tan magnífica como compleja, asistir a ella desde un centro
que era también eso que no es automático -el núcleo- piensa que ella debía acostarse
cada día sin saber qué es eso que yo siento cada noche. Bendita ella, y
benditos los días que estuvo entre nosotros, completándonos.
2 comentarios:
Un beso...
un beso anónimo… quién lo diría
gracias, seas quien seas
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