Instalado en el límite de eso que Panahi viene de
contar en Taxi Teherán –la ficción vestida de discurso documental-, si las
películas de Guerín se sirven de lo que se diría real para contar lo que no se
diría en ninguno de los dos géneros, La academia de las musas es una
destilación avanzada: a partir de un curso sobre la cualidad de las musas desde
Dante y su vigencia hoy, Guerín construye el relato de un profesor que es, a su
vez, musa para sus alumnas, y seductor de la musieidad en ellas. Y sobre ese,
el de ese mismo profesor, refugiado en la literatura como en Troya ante las
acusaciones de infidelidad. Dante da paso a los infiernos, que son el lenguaje como
mundo autónomo, lo que la seducción de lo literario vuelve innecesario, o la
lucha de las edades por el mismo amor, aunque lo llamen de forma distinta. La cultura
como pulsión construye así una ficción más, que no necesita lo documental para
revelar su valor, ese otro sexo que es el anacronismo poderoso.
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