29 marzo 2007

paris, venus

Una misma noche alcanza para ver Venus, de Roger Mitchell, y Paris je t´aime, coral como el tema. Hechas de las mismas limitaciones e idénticos deseos, de las mismas comprensiones de uno y los demás, la idea posible de amor –nebulosa y despejada en turnos ni claros ni previsibles- pasea ambas –clásica una, hecha de la atracción a través del desencuentro, y múltiple la otra, como las formas de amar y aquello que puede ser amado. Ambas, cree uno, dicen a estas alturas más del amor que del cine que lo expresa, asi que éste es un texto sobre lo que uno ve mientras se mediomaravilla de ver a Peter O´toole en el primer caso, y se medioaburre considerablemente en la segunda.
1. Meramente amable, cálida como el disco –que suena entero- de Corinne Bailey, y con un aire al pasillo fugaz que emparentara a Bill Murray y Scarlett Johansson no hace mucho, emplea el teatro Venus como metáfora de las distintas fases del amor: él –O´toole- viene de ganarse la vida como actor y cierto telón se le aproxima ya cuando se cruza con ella –jodie whitaker- que camina la vida sin la mínima dosis de diálogos propios o de talento o disposición para obtenerlos, asi que su encuentro -que, como ocurre tantas veces, no es el del amor sino el del encuentro de dos amores bien distintos- es el de un hombre impotente para lo que no sea ya sino un amar medio actuado –el teatro es un hábil artefacto del guión en esto- y una cuasiadolescente que cruza la película como mera espectadora, sin la menor idea de su papel en la vida y en la de él. Te dejo olerme el cuello –le dice. Y de puro perdida, casi le está diciendo te dejo me digas contarme a qué huele mi cuello. Sin mucha más ambición, esta es una película a la gloria de una leyenda octogenaria, y hubiera compuesto Peter O´toole un espléndido profesor Henry Higgins en My Fair Lady cuarenta años atrás. Que lo haga cuarenta años después es un inmenso monumento al talento de los pocos, poquísimos de quienes no necesitan a Cukor para construir su grandeza.
2. El amor puntiagudo que apunta –o se defiende- en todas direcciones ya desde el cartel, pierde casi toda su capacidad de punzar una vez transcurrida esta Paris je t´aime que bombea irregularidad a lo largo de sus dieciocho cortos. Cuatro de los cuales le parecen a uno espléndidos, no por nada los que, en tres de los casos, narran el sentimiento como un don que quita tanto como otorga. Bastille, de Isabel Coixet, narra el amor forzado por un deber moral que, a fuerza de alimentarse de ese débito, crea un amor real, necesario hasta hacer de él uno capaz de devastar una vez desaparecido el objeto del mismo. Place des victoires, de Nobuhiro Suwa, carga en el rostro fugaz del gran William Defoe la narración de más aliento poético de todas, en la que a una mujer que añora a su hijo desaparecido le es revelado, en el momento de ver cumplido su deseo, la fuerza con que siempre se añora un amor igual de fuerte que el que se alcanza. Distrito 14, de Alexander Payne, muestra acaso el amor más complejo, el más insondable, el más necesario posible: el que, ausente ese otro que da su nombre al sustantivo, permite contemplar el mundo como un lugar que te devuelve continuamente parte del prodigio, de la alegría de saberse amado: saberse, sentirse vivo. Si entendido el amor como el resultado de caminar hacia su logro, ningún relato tiene la profunda, honda emoción del recorrido de la turista que vaga paris hasta pararse en el banco de un parque a sentir lo que ningún espectador diríamos, tras verla, puede sentirse en ese momento.
Dejo para el final el que abre la película -Montmarte, dirigido por Bruno Podalydès- pues anticipa algo que no existe después: el relato de un amor pedido y hallado con dos formas de voluntad tan alejadas entre sí –listable, posible, hecha del análisis una, e imposiblemente poética por desinformada la segunda-, que, a diferencia del resto de relatos, ni palabras necesitaría para ser tan incomprensible, tan escasamente creíble en su porqué como transparente en lo que les traspasa. Justo ahí, al principio de un diccionario como la letra previa a las palabras que empiezan por ella, late la explicación más honda del sentimiento al que está dedicada la película: la ausencia de previsión y probabilidad, que es a la vez la de su extraviada explicación, hallazgo, búsqueda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

para quien quiera un resumen del texto, 22 palabras, quitando artículos y nexos:
- ... la fuerza con que siempre se añora un amor igual de fuerte que el que se alcanza.
- ... permite contemplar el mundo como un lugar que te devuelve continuamente parte del prodigio, de la alegría de saberse amado: saberse, sentirse vivo.

gracias por la poesía (y el análisis, de sangre. de vida)