04 mayo 2006

what it hurts

Casi dos décadas separan, respectivamente, las películas Fahrenheit 451 de 1984 y ésta de V de Vendetta. Las dos primeras se basan en libros, la última en un cómic. Los lazos de las dos primeras son evidentes al tratar de sociedades en los que los libros, y el pensamiento libre que conllevan, están proscritos, y en el que la televisión piensa por todos. El actor que en Fahrenheit 451 interpreta al jefe de bomberos quemalibros es, en 1984, el jefe de la policía del pensamiento –uno que, como señuelo, vende libros y otros objetos prohibidos para descubrir mentes delincuentes- y uno juraría que uno de los actores que, en la película de Truffaut interpreta el papel de aprendiz de bombero es, en 1984, uno de los infelices hombres-nada que compartirá un destino cruel que no comprende porque a esas alturas sólo entiende lo que le ordenan entender. Los lazos que unen la versión que Michael Radford volcara al cine a partir de la novela de Orwell con esta reciente V de Vendetta son menos profundos sólo en apariencia: la V que en 1984 domina visiblemente el logotipo del partido único es, en la última de las películas citadas, el emblema que el liberador –un hombre del que, por cierto, sólo sabemos que es distinto porque atesora miles de libros y nadie más aparece en la película sosteniendo uno sólo- graba aquí y allá como símbolo de su resistencia a la sociedad domesticada por el miedo y la demagogia más pueril y en el eco que encuentra, criminal. La cúpula dominante hace la guerra contra sus propios súbditos –se escucha en 1984, pero es justo el argumento de fondo del sistema de gestión del miedo como forma de gobierno que anuncia V de Vendetta. Con todo, el principal, y más notorio de los nexos de una y otra película es el efecto de los 22 años de diferencia en el alma del actor que protagoniza ambas películas: John Hurt es, en 1984, el desdichado hombre que ama y piensa, libre y sólo, hasta que es detenido y transformado en un esclavo más de la mente grupal –fofa y domesticada- que pregona la televisión: un hermano más del Gran Hermano de nadie. Buscada o no, más que una ironía sugiere una profunda tristeza que emana de verle, veinte años después de aquella perdida –Richard Burton le nombrara en 1984 como el último de los seres humanos- erigido en líder supremo del partido totalitarista que hoy, en 2006, pregona y decide el miedo, el no pensar, de millones de personas. El rostro paranoico del Gran Hermano que John Hurt tuviera que ver en los televisores todo el rato es en V de Vendetta el suyo, dentro de los mismos televisores, pregonando mentiras similares, prohibiendo el pensar y el sentir de quienes, sólo veinte años antes, eran él. Si duele pensarlo como metáfora es porque tan verosímil es, tras los mismos rasgos, un símbolo de lo que nos defiende, y al hacerlo preserva, como uno que nos prohíbe libres y con ello nos niega. Lo que es mentira será verdad, y después de nuevo mentira –dice el propio Hurt en 1984, antes de convertirse él mismo en ambas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

...ese trayecto hacia el escepticismo y el conservadurismo es un proceso tan corriente que podríamos decir que se trata de natural, será tal vez un gen de desarrollo lento???

Anónimo dijo...

o rápido, según el organismo social que toque.