29 enero 2006
Desde el sol malnaciente
En un momento de la glosa, escrita hoy en El País, de un visionario japonés cuya más fecunda visión ha sido, al parecer, la mentira, se dice que incluso llegó a pensar en crear una firma que ofreciera vuelos tripulados al espacio. Se llega a pensar lo que quien te escucha considera, sino creíble, sí pronunciable. Y es justo eso: que en muchas ocasiones lo que se llega no es a pensar sino a pronunciar. Es desde esa altura de la credibilidad que el mentiroso japonés dijera al parecer, referido al rascacielos en el que entrara a mentir cada mañana, que tal lugar le permitía disponer de esa vista gloriosa todos los días. Una sensación embriagadora que te lleva a gritar: sí, yo seré el dueño del mundo algún día. Uno sospecha que el mundo y sus dueñados tienen el aspecto cotidiano que muestran porque el capital hace, sino creíbles, sí escuchables y obedecibles según qué sandeces, según qué ideas caníbales. La única razón que impide que uno pueda llegar a pensarlo seriamente es porque siempre hay alguien que se adelanta y, sobrándole el pensar, llega para decirlo. Y que se cumpla.
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