En 2004 Abada publicó en nuestro país un volumen -Las películas
del cajón- que reúne historias, más o menos minuciosamente desarrolladas, que Michelangelo
Antonioni no llegó a rodar. Compiladas, en el peor de los casos, como un antídoto
contra la frustración, no solo sugiere esa posibilidad que otros podrían
secundar –lo que no hice, lo que no me permitieron hacer- y que mejor iluminaría
la obra que sí dejaron quienes por fuerza no dejaron otra: también permitiría,
uniendo la lectura de las historias truncadas con la visión de las logradas,
reconstruir aquellas, traer rostros sacados de La noche o El eclipse y
aplicarlos, por ejemplo, a la historia narrada en Makaroni, donde unos
prisioneros de un campo de concentración experimentan toda la conquista y toda
la pérdida simultánea que el primer día de derrota alemana les regala. Libros a
partir de películas. Incluso como revancha suena apetecible.
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