A un productor teatral de musicales ha de maravillarle la
forma en que el cine, eventualmente, convierte la parte más ardua de representar
uno en un escenario –la financiación- en una de esas apuestas seguras, a
condición de multiplicar por diez el dinero necesario. Como en la adaptación
previa de otro de los musicales de Stephen Sondheim –The demon barber of fleet
street, a cargo de Tim Burton hace unos años-, el reparto de Into the Woods es
un cuento de hadas, lo cual es relevante dado que es el único cuento de hadas
que, como tal, hay en la historia. La mala noticia relativa –se hace algo
larga- palidece ante el fulgor inesperado de ver a Rob Marshall volver al
género musical tras la muy fallida Nine, y hacerlo con el vigor que, salvo
raros momentos, sostiene la película. En lo que es una muestra del genio
enésimo de Sondheim, la media hora que quizá le sobra es la que, en teatro, ni
notas que exista. Uno apostaría a que Follies será la siguiente. Y sin embargo,
qué valiente llevaría Assassins al cine.
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