05 junio 2011
pausas en la edad de oro
Apenas tres décadas después de que la victoria de los Estados Unidos de Abraham Lincoln precipitara la abolición de la esclavitud al término de la guerra de secesión, y solo 41 años después de que la Ley de Kansas-Nebraska permitiera la esclavitud incluso allí donde la mayoría se oponía a ella, el profesor James Naismith llegó a… Kansas, siete años después de haber inventado el baloncesto, en 1891. Y con ello, el de un puesto de trabajo posible para quienes, durante siglos, vieron su gigantismo como una maldición que les condenara al papel de gladiador, atracción de circo o cargador de fardos, al que la raza negra podía sumar una esclavitud más visible.
Como si la conversión de los kilos en quilates fuera un experimento a cuidar, el primero de sus logros fue George Mikan, quien dominó en solitario el puesto durante una década, la de los cincuenta, abriendo la puerta por la que Wilt Chamberlain y Bill Russell ensancharían la idea de un deporte manejado por pequeños pero decidido por gigantes. El relevo, Kareem Abdul Jabbar, llegaría en 1969, su longevidad prodigiosa abarcaría dos décadas, y le emparenta con Bill Walton y Willis Reed en los setenta, y con Patrick Ewing y Hakeem Olajuwon en los ochenta, como estos afrontarían al mejor David Robinson en los noventa. Es a esa edad dorada de los grandes pivots a la que Shaquille O´ Neal se incorporó en 1993, y que termina con él y su retiro, anunciado hace unos días.
El de Michael Jordan en 1999 dejó la liga en manos de los hombres altos durante una década –en la que solo los Pistons… de Ben Wallace se entrometieron en el imperio alterno de Tim Duncan y el propio O´ Neal. Que su ocaso coincida durante el último trienío con el ascenso del escalón inferior –el ala pivot como centro del equipo- tiene en los Celtics de Garnett y los Lakers de Gasol un medio ejemplo perfecto (el otro medio respectivo es, por supuesto, Pierce y Bryant), y aún más claro en la final de este año, en la que Dallas y Miami juegan estos días una serie en la que ambos parecen tener más opciones… cuanto menos acaba el balón en manos de sus pivots respectivos. Que es decir cuánto más pasa por las del cuatro tirador que es Nowitzki y el tres con cuerpo de ala pivot que es Le Bron James.
Desde su fundación en 1946, la NBA ha vivido sobre los hombros de sus gigantes, e incluso cuando Magic Johnson y Larry Bird desplazaron el centro de gravedad hacia el exterior en la década de los ochenta, fue a la sombra respectiva de Robert Parish y Abdul-Jabbar. Pero sería Isiah Thomas el que abriría la puerta al gran modificador de la norma sagrada por la que sin un gran pivot no ganarías nunca –Michael Jordan se adueñó de una década a pesar de compartirla con la más densa generación de magníficos hombres altos que haya dado la liga… y una de la más inertes que, dentro de aquellos Bulls, haya tenido equipo alguno.
Quien busque a O´ Neal los próximos años lo encontrará… en Le Bron James, al menos mientras sus piernas y su peso le den para correr como un escolta. Pero entre imaginar a Karl Malone moviéndose a la velocidad de Kobe Bryant, e invertir en un pivot capaz de correr como Garnett… las probabilidades de obtener lo primero acaso se agoten en James, mientras que lo segundo tiene décadas de solvencia demostrada. Cuando la era de los ala pivot decline, acaso la de los pivots regrese para apropiarse de sus cualidades –altura, velocidad y tiro. Ya ha existido, se llamó Ralph Sampson.
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