26 junio 2011

Banquo. Salida a bolsa.


Abandonados a su suerte los accionistas de su propia hipoteca mientras el padre de todo esto –la banca, y en concreto, la banca autonómica que financió el despeñarse inmobiliario y paisajístico- huye o cambia de nombre para poder presentarse de nuevo, con renovadas fuerzas, o pudor nuevo con que pedir auxilio -que es decir accionistas si el mercado consiente-, el parecido que Macbeth ofrece en estos casos: el de un soldado más, cómplice hermanado del criminal, que comparte y acepta los crímenes de aquel pues eso significa validar los suyos propios. Y que, encargado eliminar, reaparece como un espectro. La maldición que encarna en el reinado que anuncia para sí, es idéntica probablemente a la que contribuye a derrocar. Con ustedes, Banquo. Se le prometió la gloria y aquí viene.

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