02 junio 2011

1991-2011


Lo que uno hizo esta mañana lo hacía ya en 1991. Llevar 20 años trabajando, haciendo lo mismo, es una rareza que empieza ya en el momento de acabar los estudios universitarios y acceder a un trabajo… que no pocas veces nada tiene que ver con lo que vienes de cursar. Si lo que haces es una actividad privilegiada, creativa y bien pagada, que además coincide con venir siendo aquello que estudiaste, y que ejerces sin nada que garantice esa continuidad, entonces… es un prodigio que, eso sí, no dispara menos preguntas hacia delante que asombro hacia atrás, primero en el hecho de que, una vez cumplidos los cuarenta, no muchos años siguen ejerciendo este trabajo; segundo, en que el día que se acabe –y llegará- uno más probablemente se pondrá a escribir o viajar antes que buscar un trabajo nuevo. Eso significa que acaso este que hago hoy sea el primer y último trabajo que desempeño. Mi padre solo tuvo uno, el de representante de muebles, que desempeñó durante casi cincuenta años. El mismo que yo probé durante unos meses. Suficiente para intuir que hubo un tiempo en que los muebles debían venderse solos… y mirando los anuncios con los que busqué trabajo, también para preguntarme cómo, tras pedirme que tirara uno de ellos por la ventana, no me pidieron que me arrojara detrás. Quizá he olvidado que sí lo hicieron.
Es famoso el cuento de Borges en el que la versión anciana de sí mismo se encuentra con su versión veinteañera, en un banco de ¿Bruselas?. Al dudar éste, aquel describe de forma imposible los libros que posee en su habitación de estudiante, el orden en que están, aventura lo que será, algunos de los precios que pagará por ello. Tras citarse para el siguiente día, el anciano declara no haber acudido, como quizá tampoco, pues, su pasado. Es sencillo pensar que, dada suficiente distancia entre uno y otro, el futuro que seremos tiene más información valiosa que la que pueda recordarnos el otro. Pero, sin la necesidad de confirmar un camino elegido –que en el caso del cuento es la de un joven que ya sueña con vivir de, dentro, de los libros-, acaso no sea menos valioso asumir que, transcurrido el tiempo suficiente desempeñando una misma actividad, digamos unos veinte años, sea el hombre mayor el que reciba con ilusión y oídos incrédulos la noticia del que fue, de cómo los años entregados a una idea pudieron ser otra cosa, acaso su contrario. De cómo la gente con la que uno se cruzó, conservó y perdió, pudo haber sido otra, otros los aprendizajes, las pérdidas; distintas las recompensas y los chantajes. Que nada de esto nos esperaba, que al sueño de alcanzar metas –que es siempre de atrás hacia delante-, sucede, de delante hacia atrás, el de haber hecho justo, casual, sospechosamente, lo que uno siempre quiso, aquello para lo que estaba mejor dotado.
Y sin embargo, aislado el trabajo de su remuneración, uno –que bendice su inmensa suerte cada día- extrañamente siente que lo que debió haber hecho los últimos veinte años es… enseñar baloncesto. Las fotocopias que, en 1991, por la mañana pedía para después pegar en cartones, formando anuncios, se hacían a escasos metros de donde, de tarde, en el mismo colegio, entrenaba a una decena de niños… a los que supongo nunca agradeceré bastante que, perdiendo partido tras partido, tan fácil explicaran la conveniencia de buscarme otra ocupación. Lo que vino después se guarda en otros sobres, no tan a salvo. Uno de ellos, que durante casi quince años ha almacenado mensajes impresos de gente que los enviaba por correo electrónico para anunciar su marcha de la agencia, acabó en la basura hace unos días. Los nombres se habían llevado con ellos el rostro, la voz, la costumbre de verlos por los pasillos o el despacho. Y de todos ellos, acaso la mía era, leída hoy, la voz que menos reconozco, la que menos me gusta o entiendo. Como si de las veinte velas, no todas fueran mías, la costumbre de no reconocerte es un molde más, probablemente uno de los pocos que seguirá ahí dentro de otros veinte.

4 comentarios:

Diego dijo...

Vaya, te levantaste / acostaste nostálgico...
Me gusta la última frase...bonita

Felicidades por tus veinte años, porque puedes celebrarlos por varios motivos: sean laborales,edad mental, afición por las de...lo que sea... ;p

Es bonito tener muchos motivos para celebrar un mismo hecho.

uliseos dijo...

sí, los veinte años son algo curioso si los has pasado haciendo una misma cosa...
Shaquille O´Neal casi llega... 19 ha aguantado...
teníamos que haberlo escrito a medias :P

gracias, querido

a ver cuántas minihamburguesas caben en los próximos 20... :)

Diego dijo...

Pero es que cuanta más materia menos duras...Es como un sprinter: cuanta más velocidad, antes se para. O una estrella...cuanta más materia, antes se agota.

Tú estás diseñado para durar más que Shaq ;p

Salvo que te infles a minihamburguesas claro...

uliseos dijo...

bueno, al menos estoy diseñado para durar más que... sus defensores :)