10 enero 2007

la confluencia

Escribe Joaquín Estefanía en El País 8.1 cómo “bajo el gobierno de Clinton su administración convirtió en oro lo que tocaba: invirtió la tendencia y los déficit devinieron en superavit (con subida de impuestos), el PIB creció por encima del 4% durante varios años seguidos, la productividad se elevó hasta límites desconocidos por la explosión de la revolución digital, bajaron la inflación y los tipos de interés y se obtuvo el pleno empleo. Para que el círculo virtuoso fuese perfecto sólo faltó una mejor distribución de la renta y la riqueza. Y lo que fuera oro, fue transmutado en plomo con bush: los superávit públicos volvieron a la senda del déficit, bajó los impuestos a los millonarios, el crecimiento ha sido vulgar y los tipos de interés han vuelto al alza. Sólo el empleo continua bajo”. A uno le agrada, entre lo árido de la terminología económica y sus lazos, un término como “vulgar”, inserto como una tapa en el prieto envase de la jerga. También que las políticas sean, a veces, nítidamente en todas las áreas lo que la inepcia de quien las comanda esparce en esa coherencia que uno pide a la idiotez para saberla visible, al menos eso. Parece así que las cifras cuentan lo mismo que las letras, que los libros de contabilidad y los periódicos llegan a idéntico balance, como dos jueces que llegaran a la misma conclusión por métodos distintos. Y casi cabría alegrarse de ese raro acuerdo que clarifica las cosas, si no fuera por cuán esa nariz consensuada explica, condena el rumbo del mundo como el de la miseria ubicua que emana de tan pocos miserables.

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