El rosal de la entrada aún no ha terminado de
perder las hojas de la pasada colección y ya asoman los brotes rojos de la
nueva temporada. Si la botánica tuviera leyes menos prácticas, y sí más
compasivas, las nuevas hojas asomarían del color de las últimas, e irían tornándose
verdes. Eso no solo haría la vida de las hojas viejas menos humillante, también
ayudaría a asomar, al menos visualmente, el clima más apaciguado de la primavera
que el verano devora cada año sin que dé tiempo a verla pasar.
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