26 febrero 2014

calidad del testigo


Quizá quien crea testigos equivocados esté destinado, como compensación, a ser él mismo testigo permanente de tantas versiones como sea posible de aquello que contribuyera a simular. Hace años, en Túnez, uno se encontró caminando por las calles de una de sus poblaciones de la mano de una mujer diez años mayor. No tanto porque ella lo pareciera, sino porque uno siempre ha parecido, o mejor, ha actuado como alguien menor de lo que correspondería a su edad. No pocas veces he pensado en cómo esa imagen –un hombre joven caminando de la mano junto a una mujer mayor que él- construyó a partir de ese momento fugaz, en quienes nos contemplaran en Túnez ese día y nunca más, una realidad paralela e irreal. La condena por aquella simulación es, desde hace unos años, posar desde una de las paredes de aquel viaje, y hacerlo en la cocina de mi casa. Desde esa posición, mi adorada R. está obligada a verme besar a cuantas mujeres pasan por mi vida, o solo por mis manos. Y cómo saber si lo que me atrae de hacerlo justo en esa parte de la casa, en la cocina abierta, no aspira solo a devolver algo del amor que ella me enseñó, no a usar, pero sí a apreciar. Tampoco si eso convierte la experiencia en un trío, algo que a ella le haría sonreír. De hecho, en la foto sonríe. No es fácil amar lo que más amas delante de aquel/aquella a quien más debes. Y acaso bastara quitar su foto o darle la vuelta para que lo que ve desde esa pared dejara de ser, enésimamente, irreal y se transformara en algo a lo que poder llamar realidad. Si no voy a hacerlo es porque sé que ella prefiere mirar. Y acaso, cuando más feliz soy, yo también.   

También su nacimiento mira hacia el mío desde el día de enfrente. Feliz cumpleaños, chica guapa. Que sean muchos más. Y que ambos lo veamos. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que tiene que ver una mientras es observada...no se como agradecer este regalo. Como no sea seguir mirando mientras me dejen. Voyeur vuelta y vuelta.y un toque de sal. Y vuelve a entrar. :)