16 diciembre 2010

sólo sonrisas


En el tiempo de prodigios en que, apenas cuarenta años atrás, Disney podía, a la hora de crear un símbolo para adolescentes, escoger a Julie Andrews sin que las audiencias se fuesen todas a Twitter o al baño, Blake Edwards estaba a punto de empezar una de esas relaciones que, como la de Sam Shepard con Jessica Lange, o de cualquiera con John Ford, son la envidia de todo hombre en su sano juicio, y que en Edwards fue, durante casi veinte años, una relación simultánea con Peter Sellers y con la propia Andrews. Uno intuye que lograr una película extraordinaria es enormemente complicado, que hacerlo muchas veces es una rareza milagrosa, y que pretender morirse con semejantes dones encima debería ser recibido con el gesto que muestra la imagen.

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