23 diciembre 2010

mise en scene


Los reyes, o su delegación en el poder civil, han subido a escena para hacer una de estas dos cosas: formar parte del elenco (el teatro isabelino o nuestro siglo de oro no pocas veces tenían a un rey entre el público y otro en el escenario) o prohibirlo (de Moliere a Lope, de Brecht a Bernhard más recientemente). Los griegos fueron más lejos y al trufar de dioses sus tragedias, acaso pensaban que por cada deux et machina que aparecía a última hora por escena, podía haber muchos otros que se fueran antes de ver acabada la representación. Necesitados ambos –reinados y mitologías- de no pocas dosis de teatro para su supervivencia, la prohibición a la que aún hoy aspirarían, de poder exigirla, es seguramente sólo la posibilidad de recrear, a salvo de modelos reconocibles en los teatros, la escenografía para la que viven, el papel que, como ocurría en el siglo XVII, podía ser reescrito por cualquiera –actores o productores- una vez salido de manos del autor.

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