Se
cumplen 16 años del Hamlet que Lluis Homar trajera al Teatro de la Comedia, del
que uno se salió entonces por lo insoportable del calor que hacía. Quizá para
honrar aquellos días, ya remozados, Israel Elejalde sale a escena medio
desnudo. Y como una tradición es la que se renueva para poder seguir siéndolo,
el hombre que se sienta a mi derecha se levanta y se va, mediado el cuarto
acto. El que no llega nunca es el noruego Fortimbrás, al que Kenneth Branagh,
en su adaptación a cine, puso a asistir al fracaso múltiple de los regentes de
Dinamarca, mirando el suicidio de una dinastía como si afirmando eso que Hamlet
hubiera confirmado de seguir vivo por entonces: como hay guerras que se ganan confiando
en la estupidez ajena, esperándola al pie de la tumba recién abierta.
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