11 febrero 2016

largo viaje de una noche a otra


Escrito por Mario Gas y Alberto Iglesias –dupla que viene del reciente Largo viaje hacia la noche, de Eugene ONeil- la dramaturgia sobre Sócrates que se representa en las naves del Matadero estos días viene, simultáneamente, de dos noches más oscuras: la que une a Sócrates y a Cristo como los símbolos de sendas mitologías de las que no dejaron una sola palabra escrita, y la forma en se les emplea como símbolos de la imposible convivencia con el sistema que les alaba y necesita mientras no sean ellos mismos del todo.
La cicuta que se ve obligado a tomar Sócrates, como la voz que probablemente cree oír en el viento Jesús de Nazaret y que le llama al sacrificio, son el mismo veneno que transporta el aire que ambos respiran. Las similitudes son algo más que una abstracción: uno y otro son mártires voluntarios. La culpa que la Asamblea carga sobre el griego –no creer en dioses antiguos, proponer nuevos y corromper a la juventud- es idéntica a la que, 400 años después, cargará el sanedrín sobre Jesús. El lamento que Meneto dice contra sí es el de Pilatos. La frase puesta en boca del griego en la obra –“si me condenáis, el dios no os enviará a nadie más para deciros la verdad”- parece sacada de uno de los Evangelios. Incluso el gallo que Sócrates dice deber a Asclepio justo antes de morir recuerda sin gran esfuerzo al que Jesús anuncia a Pedro.
Hay ecos de la disputa del Coriolano Shakesperiano por su derecho a manejar sus deudas y su gratitud pública como crea acorde a su honor; también de lo que el Ayax de Sófocles pena por no solicitar la ayuda divina en la batalla. Y más cercanos, a lo que un Boadella o un Savater son hoy, inmersos en la cicuta de la mediocridad y la amenaza política impune y fanfarrona. Y sobre todo, mucho eco para tan convencional voz puesta, como es obvio, al servicio actualizado de la discusión sobre el modelo social y político en que vivimos, y que más furia o munición merecería que la que Pou carga simbólicamente contra el uso de móviles y toses sonoras, solo para descargarla cuando le toca defender su vida o sacrificarla con un estoicismo que mal conjuga con lo que ese símbolo aspira a contar de nuestro mundo.

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