29 octubre 2015

slow comeback



De los dos géneros que hicieron la fortuna del cine norteamericano –musical y western- antes de que la fortuna creara sus propios géneros, el primero subsiste como atracción teatral turística en las grandes avenidas de muchas capitales, y el segundo como plataforma de prestigio para los osados que se aventuran en un género, cuyo ocaso se produjo en paralelo al de un mundo que apreciaba lo bastante el honor como para dedicarle un género cinematográfico. Vuelto hoy un rudimento dentro de otro, las películas que narran la conquista del Oeste norteamericano sufren en todo el mundo el destino del teatro clásico en nuestro país: su valor reside en mirarlo como una antigüedad, más apreciada cuanto menos esfuerzo hace por ocultar su edad real. Y sin embargo cada año llegan a los cines dos o tres intentos, no por recuperar el género, sino por hallar en él algo que ubicado en otro entorno sería irreal. Dirigida por John MacLean, Slow West honra a sus precedentes en el uso de unos tiempos que ni son los de hace dos siglos ni los actuales (tentación hecha a medida para Tarantino), y que recuerdan a la mirada que los Coen volcaran en su magistral versión de Valor de ley hace pocos años. La música que Cartel Burwell compusiera en ésta para reemplazar el tono épico que Elmer Bernstein dejara en la primera parece marcar las andanzas de quienes atraviesan este Slow West a la velocidad simultánea de la esperanza y el desastre. Décadas después de que John Wayne cabalgara hacia el crepúsculo del género bajo las notas de Bernstein, lo que decayera por envejecimiento de lo que contaba renace hoy como umbral en el que poner a salvo cosas que salvar del envejecimiento del mundo actual.

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