27 octubre 2015

espejos. copia pirata



En Taxi Teherán, de Jafar Panahi, milagrosamente en cines estos días, uno de los inquilinos del taxi resulta ser un vendedor de copias pirata de películas antiguas y nuevas, incluso de algunas aún no estrenadas. Entre el surrealismo religioso de algunas secuencias –las señoras que se creen vivas en función de la salud de los peces que portan- y la precariedad en función del género que subyace en otras –la mujer que pide tener el video en que su marido aparentemente agonizante, pero ya a salvo, le cede su piso, por si algún día pudiera ser útil- la que más directamente atañe a Panahi –la impunidad con la que su obra es distribuida de forma ilegal- resulta, extrañamente, una que el propio Panahi utiliza para ubicarse en terreno de nadie: en mitad del reproche discreto al vendedor pirata, éste dice haber llevado películas al propio cineasta, también a su hijo. Si es raro es porque la defensa de la relatividad moral que supone aceptar el mal –la copia ilegal- en función del bien –no hay otra forma de ver películas de Woody Allen en Irán- suena fuera de lugar en un régimen como el iraní, que camufla la represión más clásica bajo la máscara de la defensa de la identidad nacional, sea religiosa o democrática. Si pagas, vale –qué gran eslogan no empleado en el cartel.

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