La casa que hoy es embajada de Ucrania en el parque de
Conde de Orgaz fue, hace años, la casa familiar de un compañero de colegio que
al menos una vez nos invitó a ella. Su valla está hoy sembrada de velas dejadas
en memoria de los muertos recientes. Uno pasa corriendo cada mañana delante de
ella y hoy, desde la casa contigua, salía un pastor alemán a la calle a
exigirte parar, como poco. Más ruso podría ser que, de todas las frases
pronunciadas por su dueña intentando aferrar al perro, ni una sola sea de
disculpas.
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