Horas después
de ver en el Matadero Continuidad de los parques, de Jaime Pujol, puedes correr
en el Retiro y ver los mismos pinos y castaños de indias que aparecen de fondo
en el montaje de Peris-Mencheta. Tratando aquella de lo que crees ver y de lo
que pides a quienes, alrededor, han de decidir si te siguen o no la corriente, correr
por la mañana bajo esas copas es un acto similar: a una hora en la que grupos
nutridos de personas mayores abarcan el ancho del paseo de coches, haciendo
ejercicio en torno a un monitor situado en el centro, lo que éste indica como
movimiento de cierta arte marcial, es reproducido por los alumnos como pasos de
baile, en un gigantesco karaoke gestual en el que, si uno se acercara lo
bastante, podría quizá reconocer al hombre que, en la obra, toma el banco de un
parque por un taxi, al que viene para practicar con su primo cómo abordar a una
mujer, al que llaman por teléfono para preguntar por el desconocido que queda
justo a su lado en ese instante. Cuántos de quienes corren, observando todo
esto, no son sino actores. Cuántos de quienes son observados no son sino
personajes a la espera de que alguien vea en ellos algo más, un movimiento que
no es lo que hacen, una vida que no es la que les espera cuando el círculo se
disuelve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario