26 marzo 2014

Continuidad de las calles



Horas después de ver en el Matadero Continuidad de los parques, de Jaime Pujol, puedes correr en el Retiro y ver los mismos pinos y castaños de indias que aparecen de fondo en el montaje de Peris-Mencheta. Tratando aquella de lo que crees ver y de lo que pides a quienes, alrededor, han de decidir si te siguen o no la corriente, correr por la mañana bajo esas copas es un acto similar: a una hora en la que grupos nutridos de personas mayores abarcan el ancho del paseo de coches, haciendo ejercicio en torno a un monitor situado en el centro, lo que éste indica como movimiento de cierta arte marcial, es reproducido por los alumnos como pasos de baile, en un gigantesco karaoke gestual en el que, si uno se acercara lo bastante, podría quizá reconocer al hombre que, en la obra, toma el banco de un parque por un taxi, al que viene para practicar con su primo cómo abordar a una mujer, al que llaman por teléfono para preguntar por el desconocido que queda justo a su lado en ese instante. Cuántos de quienes corren, observando todo esto, no son sino actores. Cuántos de quienes son observados no son sino personajes a la espera de que alguien vea en ellos algo más, un movimiento que no es lo que hacen, una vida que no es la que les espera cuando el círculo se disuelve. 

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