30 marzo 2006

del ahorro y los 3 cerditos

enron era la séptima compañía norteamericana en valor bursátil en 2001 cuando quebró al descubrirse que lo que en realidad había sido durante mucho tiempo era apenas una película que quienes la dirigían supieron interpretar y vender durante un periodo de tiempo increíblemente prolongado para tratarse de un argumento tan viejo como el hombre. Oscuridad, opacidad necesaria aparte, la historia que recrea el documental del mismo nombre que la compañía es la de la película de avaricia que cubrió las mentes de sus directivos de forma tan impenetrable que cuando se descubrió el volumen de la estafa, las cifras eran ya tan negras como las capas legales con que se encubrieron los estafadores. El documental recorre someramente las cajas vacías y los cerebros llenos de mentira que sostuvieron el andamiaje a la luz informada de bancos de inversiones, bufetes de abogados, empresas de auditoria, pero también de los individuos que, en los extremos del mecanismo productivo-especulativo de enron, callaron la farsa mientras sus bolsillos eran sobornados en una proporción equivalente a la de los beneficios que el gigantesco embuste proporcionaba a la compañía en términos de valor en bolsa. Durante años el valor de las acciones de la compañía creció a pasos de gigante mientras quienes, a la altura de los pies, despejaban el camino veían en todo momento el barro que habría de sepultarles. Y con todo, incluso antes de explicarse en términos de codicia suicida, enron es la historia simple de la fe en el otro, en la idea de que, cualquiera que se halle expuesto a ganar indecentes cantidades de dinero, actuará a favor de ese impulso sin necesidad de que se le advierta de la conveniencia de mantenerlo en secreto: ese si yo no lo hago, alguien lo hará. No es tan difícil sostener una mentira, y de hecho, como demuestran los medios no pocas veces, apenas requiere sino de su repetición constante y embravecida. Las conversaciones telefónicas reproducidas en el documental muestran, entre las risas de facilidad de lo cotidiano, la absoluta banalidad de las prácticas carentes de ética, en la asunción no manifestada de que la normalidad en tantos lugares ubicuos de este mundo es sólo esa acepción más confortable de lo normal: lo frecuente, la mera repetición de tu comportamiento en quien te observa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No es tan difícil sostener una mentira, y de hecho, como demuestran los medios no pocas veces, apenas requiere sino de su repetición constante y embravecida.

La guerra es necesaria.
La guerra es necesaria.
La guerra es necesaria ...