28 julio 2015

gran atracción, solo hasta noviembre de 2016


Lo que en Europa es una pesadilla –la forma en que las listas cerradas y la disciplina de voto configuran un modelo de partido en el que nadie parece pensar por sí mismo- y en Estados Unidos una corbata para la que nunca hay ocasión de vestir, relumbra estos días como una bendición del liberalismo a ultranza que permite a aparentes retrasados mentales como donald trump aspirar a la presidencia de su país por superación, y ya es difícil, del nivel paleozoico que precursores de la idea como michelle bachmann, rick perry o sarah palin han impuesto como baremo en la última década, para mayor gloria del partido demócrata. Pero incluso sin la aparente esquizofrenia que late en el ataque furibundo al voto hispano, algo no encaja.
Si hace solo tres años, un editorial del New York Times tachaba la campaña presidencial de Mitt Romney como la última oportunidad que podría tener el partido republicano en su formato actual –esto es, desquiciado sin pudor desde la retirada de george bush jr (sí, ese es el nivel)-, la estrategia republicana de defender un mundo en el que el cambio climático puede ser prohibido con la misma convicción moral que el matrimonio homosexual, el aborto o las óperas de John Adams (por qué no) sigue dominando su discurso político como si las pintadas ideológicas de ted cruz (un trump con su cerebro pero sin su impudicia) en las cuevas del tea party fueran todo lo que necesita el país para descender el peldaño evolutivo que necesitan para ser tomados en serio.
Lo más alarmante es que podría parecer que, pese a todo, se les toma en serio: no han pasado nueve meses desde que las elecciones al senado y al congreso dieran al partido republicano mayoría en ambas cámaras. La razón: transcurrida casi por entero la segunda de sus legislaturas, Obama es víctima desde hace años de lo que se dijera de Al Gore en su campaña presidencial de 2000: demasiado inteligente para ser presidente de un país en el que la mitad de su población dice pensar que Darwin se inventó su teoría de la evolución.
El empeño de trump, al que cruz o perry podrían secundar sin problemas dado su historial de ideas dictadas por un escarabajo, podría, paradójicamente, volver complicada la gestión del oponente desde el partido de enfrente, pues si Clinton todo lo que acaso necesite para renovar el voto demócrata es ligarse a los logros de los sendos presidentes a los que ha estado ligada, aspirar a restar votos a los votantes republicanos podría hacer coincidir en los periódicos, en el mismo día, las mismas definiciones de trump en boca de republicanos y demócratas. Lograr hacer parecer demócratas a los candidatos republicanos. Ese sí es un chiste y no las encuestas de voto a día de hoy. 

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