La sede del partido popular en Madrid emplea las plantas
más cercanas a la puerta para albergar la rama madrileña del partido y el área
de prensa y telegenia. Y las más alejadas, para ocupar tesorería y dirección
del partido. Entre unas y otras, servicios jurídicos. Es una distribución que
parecería haber servido de mapa a la expansión simultánea del partido y de la
burbuja de prosperidad nacional, tal si alentada y gestionada en el ascensor
que ha de ir de unas plantas a otras. Puestos en fila unos juntos a otros, los
millones de edificios levantados en nuestro país en los últimos quince años habrían
dado para conectar, sin un metro libre, el auge inmobiliario sin fin que
expoliaba el litoral con las elecciones ganadas consecutivamente por los
gobiernos populares asomados al balcón de la calle Génova. Las tramas de diputados
y consejeros comisionistas que engrasaban la maquinaría electoral en Madrid,
Murcia, Galicia, Baleares o Valencia, sentadas hoy en el banquillo, asfaltaron
también el camino al enriquecimiento delictivo en las promotoras que corrompían
a los alcaldes para que la renovación probable de su mandato perpetuase el
engranaje, y en los bancos donde el dinero inagotable del ladrillo sirvió para
comprar a los consejos de administración, cegados así a los desmanes ajenos al
saber los propios.
Cuatro plantas por encima de las áreas dedicadas a
producir videos y eslóganes, el tesorero del partido popular amasaba una caja b
nutrida con el impuesto revolucionario que promotoras, constructoras,
eléctricas y empresas de todo tipo pagaban en la sombra a cambio de obtener
contratos públicos. La misma caja b que aún hoy rajoy niega haya existido
financió entre 2006 y 2008 1.7 millones de euros destinados a la reforma de la
sede del partido en Génova. De esa caja b inexistente salió en 2004 el dinero
necesario para salvar de la quiebra a libertad digital, fiel portavoz de la teoría
de la conspiración sobre los atentados del 11M, rabiosamente defendida en su
día por aznar, acebes, aguirre, cascos o gonzález pons. Dos de los hombres más
cercanos a aznar –rato y blesa- dirigieron, y llevaron a la quiebra, a la que
era tercera entidad financiera del país tras estafar a millones de pequeños
accionistas en su salida a bolsa. Asomados a los periódicos hoy por haber
ocultado y amparado la concesión de visas opacas que compraban bienes y a
quienes las llevaban, siendo mayoritariamente empleadas para usos en nada
relacionado con la representación de sus cargos, representan, a escala, miméticamente
lo que el partido popular recibió, solo en 2008, en donativos ilegales: más de
un millón de euros. Según la contabilidad b hecha pública por su extesorero al
ser capturado y encarcelado, el partido dedicó buena parte de ese dinero a
pagar sobresueldos a su cúpula directiva. “El
pago en dinero negro no tiene, según la Agencia Tributaria, reproche fiscal ni
constituye delito.” –se lee en El País 29.10.
Tan obvio debía ser el mapa, tan claras sus
instrucciones, que fueron seguidas con celo escrupuloso, e idéntica fe en la impunidad,
por cuanto satélite se conciba, cercano o no: ya sean las prácticas de extorsión
explícita del presidente asturiano de la ugt; o las maniobras altaneras de la corrupción
peleada con el blindaje que le prometieron a quien emparentara con la casa real;
ya sea la mentira e hipocresía como bandera oculta bajo la camisa del fundador
del nacionalismo catalán contemporáneo; los fondos para el empleo en manos de
la dirección del socialismo andaluz; o el saqueo y fraude contumaz en manos del
mismísimo presidente de los empresarios españoles. Podría pensarse que no hay quien
de más, y sin embargo es improbablemente cierto. Como contara la película de
Spike Jonze Cómo ser John Malkovich (1999), escondido entre cada planta de un
edificio, hay otros mundos, esperando a ser hallados.
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