29 noviembre 2014

la imposible deflación climática


Recorrido el mundo por la amenaza de un crecimiento económico anémico que sume a la parálisis salarial la caída en los precios al consumo, la ONU publica el enésimo informe sobre cambio climático, que se lee con la mezcla de cosa sabida y fatigosamente consentida que suponen los anuncios que animan a invertir en planes de pensiones en esta época del año. Con la cabeza ocupada en justo lo contrario, se lee la llamada urgente a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero mientras se piensa en cómo aumentar la temperatura de las locomotoras económicas globales. Donde la ONU escribe necesitar un 70% menos de emisiones en 2050 y un 100% menos a final del siglo, un país como China, donde un crecimiento interanual del 7% es un fracaso y una amenaza al poder del partido comunista lee, sobreimpresionado, el derecho a consumir tanto gas y tanto petróleo como pueda extraerse del mundo. Y ni un solo gobierno del mundo –exceptuando quizá los escandinavos- sabe o quiere saber cómo aplicar esa instrucción sin causar la autodestrucción de sus economías, solo porque la autodestrucción pactada –hecha de permitir al gran dinero convertirse en arcas inmunes mientras se pide al resto de la población que se conforme con transformarse en agua- permite sobrevivir mejor a las elecciones municipales, regionales o nacionales que salpican el calendario nacional en todo el mundo. Y dónde sino en Dinamarca podría presentarse un informe así sin que la población acudiera, como en el pueblo empobrecido de El viaje a ninguna parte, a acusar a quienes lo leen de querer jugar con su pan escaso.  
Los océanos se felicitan de que el atún rojo recupere ciertos niveles de población para poder ser esquilmada de nuevo con garantías legales, el 30% de las especies del planeta están en peligro de extinción, el deshielo deja unas imágenes tan espléndidas como nítidas. Pero el titular es que, de implementar las acciones que reclama el informe, el consumo mundial podría contraerse un 3% anual en lo que queda de siglo. El peor escenario que contempla la ONU –cualquier político que sepa que será justo el que sobrevenga lo ubicará como el menos probable- prevé un aumento de 4,8 grados a finales de siglo. Un metro más en el nivel del mar, ecosistemas convertidos en desiertos, hambrunas más allá de lo registrado nunca, enfermedades, precariedad y mortandad a la altura de las novelas de ciencia ficción que leemos cuando no leemos los informes de la ONU. Nada que deba preocuparnos mientras suceda lentamente, a un ritmo al que podamos acostumbrarnos. Como una calvicie que solo se llevara un pelo cada día.
Incluso los ejemplos que tenemos al alcance son discretos: el trayecto que uno realiza al salir a correr incluye el parque construido por una promotora a cambio de poder construir en parte del pinar de Conde de Orgaz. Hasta cinco personas es normal ver trabajando allí, limpiando el lago y las cuidadísimas jaras y retamas que contiene el pequeño parque, que cabría entero en el lago de la Casa de campo. Pero basta salir del recinto vallado y seguir corriendo por el hermosísimo pinar para verlo sembrado de basura que está ahí un día tras otro, un mes tras otro, se diría que solo tapada por los árboles que caen de vez en cuando y la hierba que, con las lluvias, oculta la porquería incesantemente arrojada por quienes pasan por sus caminos como quien por los informes de la ONU.

1 comentario:

Michael dijo...

Desolador. Sensación de impotencia. Cuando sale, rara vez, el tema entre círculos amigos, percibe uno que las hormigas no tienen ganas de hablar sobre las peleas de perros que acontecen sobre sus diminutas cabezas.