12 noviembre 2014

mi reino por un limbo



Si el auge de según qué opciones políticas solo se explica en ese ciclo de revelación y olvido con que las sociedades gestionan lo obvio –que un mitin se gana enarbolando ideología y un gobierno, pragmatismo-, se diría que el partido republicano estadounidense vive, desde hace cuatro legislaturas, de esperar la llegada de ese limbo. Solo así se explica que, con la mitad del paro y el déficit que dejara george bush jr, y la economía creciendo a un ritmo que no iguala ninguna economía desarrollada, el partido demócrata venga de perder el control del Senado y de ver ampliada la mayoría republicana en la Cámara de representantes. Y que tan bien expresa lo que Luis Monge escribe en El País 6.11 –“¿cómo se explica que en Arkansas ganen quienes defienden que si aumentan los salarios habrá menos contrataciones mientras al mismo tiempo se aprueba en referéndum el incremento del salario mínimo?”. Es en ese paraíso de lo evidente invisible, que las máximas aspiraciones del partido republicano apuntan contra la revocación de la Reforma sanitaria y contra la ya compleja aprobación de la Reforma migratoria, como si fueran nimiedades de la protección social lo que, junto a la lucha contra el cambio climático, frena una recuperación económica que no está frenada. Como ocurre aquí con el partido popular, que es casi preferible en el gobierno –por falaz, corrupto, ramplón y acultural que sea- con tal de no verles instalados en la obscenidad permanente desde la oposición, la mejor, y única lectura no deprimente, del triunfo del partido republicano podría radicar en las energías ahorradas por quienes les leen o escuchan tras ocho años de desvarío continúo en la oposición. Lo explica ese otro socialista, musulmán, ateo y probablemente negro que es Paul Krugman:

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