05 mayo 2015

Verne. Apunte


Entre la constante de un profeta –aventurar lo que rara vez verá- y su anhelo más profundo –vivir para ver lo que imagina- no ha de ser infrecuente que las huellas de lo segundo pasen inadvertidas entre la maraña de lo primero. En 1884 nadie podía decirle a Julio Verne, porque nadie podía saberlo aún, que a él se le habían concedido ambas cosas. Acreditado que en uno de sus viajes en barco visitó Inglaterra en 1881, quizá tras arreglar su yate en Vigo tres años después, Verne recaló de nuevo en Inglaterra, y tal vez entonces, de viajar hacia el interior, recaló en Birmingham a tiempo de ver nacer a Cecil Burford Berners Lee, quien llegado el día sería padre de Conway Berners-Lee en 1921, como éste de Tim Berners-Lee en 1955, quien acabaría desarrollando las ideas fundacionales que articulan la web. En tan solo un siglo, el abuelo de éste último vivió para leer a Verne en vida del escritor. De no haber muerto tan joven a los 47 años, una sola vida habría bastado para vivir en el mismo planeta que un fabulador de viajes extraordinarios, y también para ver nacer a la persona que iba a permitirlos todos sin moverse del sillón.

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