Como colofón a uno de los mejores ciclos
musicales que oferta Madrid, recala en la sala de cámara Hesperión XXI, con
Jordi Savall al frente, semanas después de haberlo hecho en la sala sinfónica. Acompañados
de músicos armenios, el programa de músicas de ese país de los siglos XVIII al
XX extrae sonidos hondos y dolorosos, que tanto podrían ser, como bien preludia
Savall, los del genocidio armenio a manos turcas en los primeros años del XX, como
las músicas imposibles que el campo de exterminio nazi de Theresienstadt, en
Checoslovaquia, alentó en el afán de simular un campo vacacional. Alice Herz-Sommer,
pianista que sobrevivió, aún logró estirar su vida hasta los 110 años, la longitud
de una sinfonía asombrosa a partir de lo que fuera condenado a ser apenas un acorde.
El magisterio de Savall regresará en octubre con el reverso de estos cantos
dolientes: la música del imperio otomano en diálogo con las tradiciones
armenias, griegas y sefardíes. Para quienes no puedan estar ese día en el Auditorio,
queda el documental Refuge in music, de Dorothee
Binding y Benedict Mirow sobre las músicas de Theresienstadt.
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