22 mayo 2015

muro hecho de notas



Como colofón a uno de los mejores ciclos musicales que oferta Madrid, recala en la sala de cámara Hesperión XXI, con Jordi Savall al frente, semanas después de haberlo hecho en la sala sinfónica. Acompañados de músicos armenios, el programa de músicas de ese país de los siglos XVIII al XX extrae sonidos hondos y dolorosos, que tanto podrían ser, como bien preludia Savall, los del genocidio armenio a manos turcas en los primeros años del XX, como las músicas imposibles que el campo de exterminio nazi de Theresienstadt, en Checoslovaquia, alentó en el afán de simular un campo vacacional. Alice Herz-Sommer, pianista que sobrevivió, aún logró estirar su vida hasta los 110 años, la longitud de una sinfonía asombrosa a partir de lo que fuera condenado a ser apenas un acorde. El magisterio de Savall regresará en octubre con el reverso de estos cantos dolientes: la música del imperio otomano en diálogo con las tradiciones armenias, griegas y sefardíes. Para quienes no puedan estar ese día en el Auditorio, queda el documental Refuge in music, de Dorothee Binding y Benedict Mirow sobre las músicas de Theresienstadt. 

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