15 octubre 2014

la esfinge bípeda



En uno de los paneles de la exposición Mediterráneo, estos días en el CaixaForum de Madrid, se lee cómo, en un momento de la historia de la Grecia clásica, los escenarios que antaño vieran la tragedia de Medea, Ajax o Antígona, acogieron a quienes, para poner en entredicho la ascendencia de los dioses sobre los hombres, recreaban escenas del Olimpo en las que sus habitantes encadenaban torpezas, estupidez o mezquindad comparables a las de sus súbditos. Así, el lugar para el que Sófocles imaginara a Edipo, víctima de maldiciones sin fin, y en el que Eurípides inventara un deux et maquina que a última hora salvaba al héroe sin más recursos a esa hora, pasó a mostrar a los dioses que regían tanta crueldad, impunidad e injusticia, como vieran esos mismos escenarios, de la única forma justa: como unos seres que solo podían alentarla sintiéndola como nosotros, es decir, siendo nosotros. 

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