Uno de los problemas irresolubles de la
estupidez humana es la facilidad con que la porción individual –frágil,
reconocible a simple vista- se nutre y refugia en la del grupo. Ocurre, sin ir
más lejos, en las concentraciones periódicas que reúnen en el valle de los
caídos a un grupo de nostálgicos del franquismo cuya mayor vanagloria ha de ser
saber de la existencia de otros, tan especiales como ellos. Sin desdeñar la importancia
de tener una lápida delante en la que reconocer, solo allí concentrada, la vida
plena de las ideas que se defienden, no lo es menos que un líder que aglutine semejante
disparate es un mal a evitar. Ayer blas piñar logró, por fin, evitarse a sí
mismo. En buena hora.
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