18 enero 2014

siete vidas previas



Como en todo relato sobre alguien que hace música básicamente para él mismo, la historia es la de quien le escucha. En A propósito de Llewyn Davis, éste canta para audiencias que van de dos a veinte personas, pero nunca es mejor que cuando pierde a solas: primero, ante el empresario encarnado por F. Murray Abraham. Después, ante su padre postrado en una silla, en una residencia. Y si la derrota que duele es la primera, también es la más valiosa, pues es la forma exacta en que el protagonista –alguien que sabe que podría cantar otra cosa… con solo ser otra persona- elige ganar. Contada la propia película a partir de su final, el propio protagonista podría pensar que si esos son sus más logrados finales, quizá recomenzar a partir de ellos merezca la pena. 

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