20 noviembre 2013

tierra que pague


Aún puede verse en cines esa historia de la caza simultánea del nazi eichmann y de quien escribiera sobre él que es Hanna Arendt, de Von Trotta, y en la sala de al lado proyectan El médico alemán, de Lucía Puenzo, historia opuesta que narra la mirada precisa, pero desdeñada, sobre la identidad real del nazi mengele y, en consecuencia, la huida de éste, que vivió en libertad hasta su muerte. No hace ni un mes desde que otro nazi –priebke- que viviese, como mengele, plácidamente en Bariloche, muriese sin que lugar alguno aceptara su cadáver, y es una lástima que la tierra que garantizó su acogida en vida –Argentina, Paraguay, Brasil- no purgue, en muerte de éstos, el castigo que una Corte Internacional debiera imponer, no a aquellos asesinos, sino a sus cómplices. Sus cenizas más merecen un vertedero y allí debieran acabar, pero una lápida que recoja la culpa de la tierra que les permitió vivir sin pagar sus crímenes contaría en cada cementerio de esos países algo más duradero, menos invisible, que una película cada cinco años. 

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