Una
zapatería inserta en una calle estrecha de Toledo, demasiado pequeña para ocultar
la escalera que asciende hacia el piso de arriba. Porque es justo eso lo que
hay encima: un piso pequeño. En él vive alguien que para entrar y salir de su
casa ha de pasar forzosamente por la zapatería, asi que si uno se quedara el
tiempo suficiente delante del escaparate, quizá acabaría viendo cómo esa
persona se llega hasta la puerta de la zapatería iluminada, abre, entra
flanqueado por zapatos de mujer y sube la escalera hacia su cama, como una
versión del salón que no pocas casas de hace treinta años guardaban como si
fuera una vitrina, a la que uno se asomaba sin quedarse. Como esos zapatos tan
bonitos que uno jamás se pondrá.
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