12 marzo 2012
el peor y el mejor de los mundos posibles
Simultáneamente se cierra la puerta del teatro Español para Mario Gas y en los teatros del Canal se abre una ventana para Leonard Bernstein y su magnífica Candide. Lo primero sería un desastre aunque no se le debiera buena parte del mejor teatro musical visto en un teatro que no sea el Real en sus últimos ocho años, ya sean musicales –Sweeny Todd, Follies-, zarzuelas –Adiós a la bohemia, Black el payaso, Katiuska- y óperas en versión de cámara –Mahagonny. Lo segundo, hasta el 18 de este mes aún, es un muy digno formato de opereta cómica volcada para rozar la zarzuela y el gran musical, que se pierde la cartelera de teatro musical estable, y que merecería pasar uno o dos meses todos los años en alguno de los grandes teatros de la Gran Vía, como lo hace desde hace un lustro Los hijos del capitán Grant y como acaso lo haría sin problemas en un teatro que no fuera el de la Zarzuela con solo presentarlo como lo que es –menos una zarzuela que un híbrido creado para contar una historia de finales del XIX a un público del XXI. Los ejemplos citados al hablar de Gas caben en tres nombres –Stephen Sondheim, Pablo Sorozobal y Bertolt Brecht. Y los otros dos –Candide y El capitán Grant- en uno solo: Paco Mir. Tan lastimosa pérdida es quitar a Gas como programar Candide cuatro días. Valiosa, sutilmente, con el valor raro de lo casual, en uno de los interludios cómicos en que los intérpretes poco menos que atraviesan la orquesta callada, el personaje principal pide a un instrumentista que toque algo para no dejarles solos. Éste –un trompetista- se levanta del fondo y ataca una melodía perfectamente reconocible que no es de la obra. Pero si de Bernstein. Es West Side Story. Compuesta por éste y Stephen Sondheim un año después.
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