16 marzo 2012

cinco formas de no ir al teatro

El lunes, en uno de los coloquios sobre el teatro musical que acoge estos días el Español, contaba José Sacristán a una pregunta sobre qué sea necesario para segregar aquí un Broadway que quien va a ver un musical no va al teatro. Esto es, que quien va a ver cantar, poco interés demuestra antes y después en Sófocles, Calderón o Ibsen. Y viceversa, cabe pensar. La respuesta, aunque apenas explorada, es pertinente además de impertinente. Pero solo hasta que se plantea qué sea un musical hoy día. Curiosamente, la respuesta a eso sí es clara… y lo que refleja es que acaso sí tengamos, al menos, cierta característica de Broadway aquí mismo: su variedad. Esta semana puede verse en Madrid Candide en los teatros del Canal, Follies en el Español, Desaparecer en La Latina, El crimen de lord Arthur Saville en el Fernán Gómez y digamos El rey león, en el Lope de Vega. Y ninguna se parece a las demás en su formato y su orientación. Asombroso como sea que, de los cinco, tres afronten llenos diarios, los dos restantes –hay que ver a Maika Makovski con Echanove, Poe, un piano y ya, clavándote al asiento, y a Egon Teatre repetir el estupendo logro de Ruddigore sin muchos más medios- son pequeñas joyas pulidas en el carbón de la escasez. Asombroso también que por cada persona que rechaza el formato, necesite en Madrid, hoy, al menos cinco razones distintas para hacerlo. 

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