18 marzo 2011

dai


Rachelle alberga apenas 23 de los 150 años que cumple hoy Italia desde su unificación. Es tan joven que, entre la ficción y la realidad opaca de la que habla Lucía Magi en El País 12.3, ella sería la ficción. Luminosa, clara, directa, es todo lo que la invención parece haber arrebatado a la vida en su país. Si la ficción respira y se mueve, la realidad italiana es un fósil ya desde ese término adscrito –opaca- que viene a ser apenas el hueso de lo que nos conformamos con pensar de ella. Italia no es opaca, como no lo es España, Libia, Estados Unidos o China. El esfuerzo por ocultar lo que no se desea reluzca en su brillo exacto suele fijar, acaso como no lo haría la transparencia de lo anterior, lo que se declara falso. Las muestras de su desarrollo cívico, su primer ministro, la penumbra que acoge a Saviano, la iglesia que acoge en su estómago… son exactamente lo que parecen, cuentan de sus clientes, patrocinadores, la verdad precisa. Raquelle dice no tener nada en contra de la iglesia, cómo berlusconi no es su país. Y así, lentamente, ficción y realidad se encuentran en la gestación: el brillo voluntario de la invención crea su sombra exacta: el país opaco, hecho de las miradas precisas.

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