10 junio 2010

La canción del otoño

Coctelera tambaleante de, por ejemplo, Vic Chesnutt, Damien Rice y Tom Waits, Micah P. Hinson canta de lado a veces, no mirando al público sino a alguien que estuviera en uno de los laterales del escenario, oculto, guiando no se sabe qué. Sus solos de guitarra miran frecuentemente al fondo del escenario del teatro Lara, y poco le importa que se note que mientras canta aprovecha para limpiar el suelo o modificar continuamente los ajustes de la guitarra eléctrica, como si interpretar música se acogiera a ese privilegio del escucharla: que siempre puede hacerse mientras hacemos otra cosa. Pasea por el escenario antes de que empiece el concierto buscando algo, viva imagen de amy winehouse, frágil, a punto de desplomarse. Y cuando se va a buscarla fuera del escenario, no aparece hasta media hora después de la hora anunciada. El curso de sus pies y el de su lengua durante los parlamentos hace pensar en dos personas distintas. No oculta el bolso pequeño con el que ha aparecido, como si hubiera entrado en el teatro al mismo tiempo que nosotros, con la misma información sobre enchufes, acústica, espacio disponible. Es un concierto de presentación de su nuevo disco y el making of del mismo. No para de repetir cuán milagroso le parece que estemos ahí, escuchándole, lleno el teatro. Y lo obvio y lo improbable son también parte del tic de la simultaneidad.