Se lee cesarán en el próximo bienio los responsables respectivos del Centro Dramático Nacional, Teatro de la Zarzuela, Compañía Nacional de Danza, Compañía Nacional de Teatro Clásico y Ballet Nacional de España. Hablaba el director del primero -Gerardo Vera- no hace mucho del tributo que se cobra en tiempo y energías la gestión económica que corre paralela a la artística. Quizá esa balanza fiscal sea también una reclamable, pero a la espera, en los últimos tres años los cinco organismos han llenado las salas en que se exhibe su trabajo, cosechado premios, alentado publicaciones y desclasificado sus respectivos géneros en lo que de previsible pudiera tener hoy la zarzuela, el ballet clásico o nuestro teatro barroco. El CNTC y la CND tienen desde hace un año una segunda compañía cada una, que permite a la primera salir de gira y alternar así montajes a la espera, por ejemplo, de la reapertura del Teatro de la Comedia. No ha de haber muchos centros de creación cultural con el dinamismo que César Antonio Molina imprimió al Círculo de Bellas Artes durante su gestión, pero si el número de revoluciones por minuto a que gira un engranaje cultural es uno valioso a la hora de juzgarlo, los fragmentos que van contando de la centrifugación a medida que salen despedidos ha de alertar también de lo que vaya quedando en el camino. Cierto cese sonado al poco de incorporarse Molina a la cabecera del Ministerio de Cultura purgó –o eso pretendió- la salida del hasta entonces responsable de la Biblioteca Nacional con la pereza como veredicto. Y acostumbrados como estamos a que los ceses de la cosa pública importen o alerten poco más que el fulgor de la traición con que se nos anuncian en los medios, duele la de Eduardo Vasco, Nacho Duato, Vera, Jose Antonio y Luis Olmos. Quizá porque, a diferencia de la invisibilidad relativa que apenas permite saber del peso real de alguien al cargo de una responsabilidad pública, las que suceden sobre un escenario se exponen al juicio de cualquiera el tiempo suficiente como para saber por qué aplaudes o te vas al descanso.
En sólo doce horas, ayer, abandonaron sus respectivos medios un calamar de diez metros y un tiburón peregrino de nueve, que en la noticia asombran, como todo, principalmente por el tamaño en que vienen a perderse, como si alcanzada cierta longevidad tan premiada en metros, más injusto fuera su acabamiento, pero también porque a mayor tamaño en vida, mayor el hueco que dejas donde estuvieras.
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