Hace dos días publicó El País un artículo de Savater acerca de las concesiones del gobierno a eta y sus facciones políticas. Literalmente: "En una de las viñetas del genial Fontanarrosa, el gaucho don Inodoro Pereyra se enfrenta a los indios que llegan en destructivo malón. "¿qué pretendéis?", les pregunta y el jefe responde: "vamos a arrasar vuestros campos, quemar vuestra casas y violar a vuestras mujeres". "Pero... ¡eso es una barbaridad!", comenta don Inodoro y el otro responde: ¡Ah, no lo sé, yo soy indio, no sociólogo."
Vasco Savater que habita en Madrid, a salvo de jaurías, o quizá sólo más lejos, se queja del riesgo de las cabelleras de tantos en manos de ese constructo socio-pato-putrelógico que tenemos por nacionalismo aquí. Y coincide en los medios con ese estilo tan El Cid, con que anda Aznar alertando del trayecto que lleva a la guerra civil si el gobierno cede más, si sigue dejándose tomar el mismo pelo que Savater teme le sea arrancado el día menos pensado. Y si éste habla del uso individual de la libertad –uno para el que el uso político del término no tiene, y quizá ni quiere, responsabilidad ni contabilidad clara- el expresidente vende -subasta, como corresponde a su gremio- la amenaza de partición de españa, que es, como todos saben, la misma con que jugó su gobierno, cualquier gobierno, cuando cedió, a cambio de apoyo parlamentario, prerrogativas a los nacionalismos patrios.
Es claro que la guerra civil real, en activo, es la que padece, entre otros, Savater, compuesta de miles de exilios personales, de otros tantos guardaespaldas, de tantos idiotas en pie de guerras perdidas. Volviendo al gran Fontanarrosa, aquí tenemos, si bien en una acepción meramente literal, varios don Inodoros. Por falaz, retrógrado y soberbio, aznar es uno de ellos. No menos que quienes, en lo vasco, terminan con hacha sus frases. Y es una tragedia, una muerte más –se mata las ideas y nadie las cuenta como víctimas- que, pudiendo definir la guerra con que amenaza como una hecha de nombres y apellidos, huidos de este y todos los gobiernos en la democracia, el visionario escoja de Savater sólo la s, y con ella la reducción de esa sangría a una sigla: psoe -ni siquiera gobierno, como en las portadas de abc. Poco realista esperar algo mejor, sonaría al menos algo más justo –más claro en la visión de sus razones- si de ese magín en que se distorsionan herencias e inventan culpables organizados, saliera a.z.n.a.r como él pronuncia p.s.o.e.
Se acuerda uno de la contaminación –prieta, a prueba de cuchillos- de Buenos Aires hasta que afronta cada día lo que emanan los periódicos aquí.
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