19 mayo 2007

Nos acordamos

Abrió Ana Vallés la temporada pasada de La Abadía y la cierra estos días con un remedo de aquella Historia Natural, hoy Me acordaré de todos vosotros, que, como aquella, es una coctelera de memorias y géneros que van y vienen, recorriendo al hacerlo formas teatrales y otras que no lo son, nutridos por textos de Gil de Biedma, Shakespeare, o Handke entre otros. Hay danza, teatro musical, monólogos metateatrales, evocaciones cinematográficas, metáfora del teatro de títeres, e incluso un maravillado, mágico desplazamiento del punto de vista del espectador logrado con el mero movimiento de una mesa y las luces adecuadas, que asombra una propuesta abierta, luminosa de varias luces, vengan de dónde vengan, como las vidrieras del teatro –abiertas por primera vez, que uno sepa- o el discurso personal del gran Rafael Rojas, recién vuelto de Ibsen, retrocediendo entre el público para recordar a su abuela, cuando los hijos de aquella se llegaron al hospicio que fue el teatro hace décadas, y ahí está él, subido al escenario setenta años después. Barnizado de alegría, de humor, de una vitalidad tan propia y tan de ninguna situación o personaje, que uno se halla sonriendo incluso cuando no es lo que tocaría en ese instante, traza Vallés una suerte de fiestas teatrales que recompensan el esfuerzo en el escenario, por segunda obra consecutiva, con una comilona de la que participan los actores, como, si con suerte, anunciara la digestión previa a una nueva celebración, en unos meses.

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