02 septiembre 2014

un nombre mejor


A medida que los efectos de la crisis se enquistan en lo social, un nuevo nombre que darle al apocalipsis surge, uno al que tranquiliza el alza bursátil, el interés al que se financia el estado al emitir deuda, la costumbre de la precariedad hasta poder ser pronunciada como estructural, es decir, fuera del alcance del sistema que podemos tener. Y por cada nueva puerta a la recuperación que se dice ver, nuevos tabiques se añaden dentro. Y dentro de ellos, el mundo es el antiguo, el que creó la burbuja financiera, el que fingió el estado de bienestar, el que sostiene aún, por poco tiempo, a los partidos de izquierda mientras se gesta la nueva alternativa, que lo es al tiempo contra la derecha neoliberal y contra los acuerdos de cesión de soberanía nacional. Y cuando la precariedad se haya enquistado, nadie tras esas puertas de la política y el gran dinero dirá recordar que, incluso al amparo de una prosperidad de ficción, la dignidad laboral obtuvo cotas ganadas con sudor y sangre. Qué más podría satisfacer a los dueños del dinero que la enésima derrota del socialismo vía destrucción de los derechos laborales. Para conmemorar un siglo de la matanza en las trincheras, se desciende a ellas a vivir.  

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