Una
carta publicada hoy en El País se lee como el eco real de lo que, en la página
de enfrente, se clama desde el socialismo madrileño organizado contra la
posibilidad de ser superados por Podemos en las próximas municipales: escribe
Felipe Cerezo-Yuste desde Valladolid que decidir no votar a un partido a raíz
de una “declaración, comentario o
decisión desafortunada es exigirle la perfección a un partido cuando es
totalmente imposible. Si algún partido se acerca a parecerlo, probablemente
ofrece lo que no puede cumplir, y es populista… cómo quizá los partidos hasta
hoy mayoritarios lo siguen siendo porque muchos de sus votantes aceptan sus
problemas a cambio de sentirse representados en lo que les importa”. Desde
la página opuesta, el presidente del socialismo madrileño organizado clama
contra cómo “el juego populista iniciado
por el pp es antipolítica… cómo el pp ha encontrado unos aliados (Podemos) que
no podría imaginar… cómo el partido de Pablo Iglesias es “oportunista, tiene
vocación de totalidad y no sabe gobernar una sociedad plural… cómo hay partidos
tremendamente eficaces para la destrucción y no para la construcción”. Sin
ese nombre –Felipe- y esa población – Valladolid- de por medio, quizá lo que
desde el psoe se aceptaría enunciar es que a qué venir a exigir que quien
promete algo en política esté, además, obligado a cumplirlo, o al menos a no
avergonzar aquel propósito. Como si a estas alturas, además de las ventajas de
la fe, hicieran falta los milagros. Por eso el olor que viene del psoe es el de
Lázaro, esperando lo que le prometieran.
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