15 septiembre 2014

decir lo que no quiero oír


Una carta publicada hoy en El País se lee como el eco real de lo que, en la página de enfrente, se clama desde el socialismo madrileño organizado contra la posibilidad de ser superados por Podemos en las próximas municipales: escribe Felipe Cerezo-Yuste desde Valladolid que decidir no votar a un partido a raíz de una “declaración, comentario o decisión desafortunada es exigirle la perfección a un partido cuando es totalmente imposible. Si algún partido se acerca a parecerlo, probablemente ofrece lo que no puede cumplir, y es populista… cómo quizá los partidos hasta hoy mayoritarios lo siguen siendo porque muchos de sus votantes aceptan sus problemas a cambio de sentirse representados en lo que les importa”. Desde la página opuesta, el presidente del socialismo madrileño organizado clama contra cómo “el juego populista iniciado por el pp es antipolítica… cómo el pp ha encontrado unos aliados (Podemos) que no podría imaginar… cómo el partido de Pablo Iglesias es “oportunista, tiene vocación de totalidad y no sabe gobernar una sociedad plural… cómo hay partidos tremendamente eficaces para la destrucción y no para la construcción”. Sin ese nombre –Felipe- y esa población – Valladolid- de por medio, quizá lo que desde el psoe se aceptaría enunciar es que a qué venir a exigir que quien promete algo en política esté, además, obligado a cumplirlo, o al menos a no avergonzar aquel propósito. Como si a estas alturas, además de las ventajas de la fe, hicieran falta los milagros. Por eso el olor que viene del psoe es el de Lázaro, esperando lo que le prometieran. 

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