Rodada
a lo largo de 12 años, amén de redefinir la idea de superproducción, la última
película de Richard Linklater es vida imitando cine, y no al contrario, que es
lo habitual. Incluso el lamento final del personaje interpretado por Patricia
Arquette, viendo su vida como un ciclo que acaba, llegada la hora de que su
hijo se vaya a la universidad –“pensé que
habría algo más”- suena más a lo que se le pide a un guión en muchas de las
películas estrenadas. Su mayor logro pudiera ser justo ese: no buscar la ficción,
no buscar una historia por cuyo reparto hubieran matado los hermanos Wachowski,
sino contar la vida a través de la escasa grandeza, de la familiaridad íntima
con la que casi todo lo que le ocurre a cualquiera nos es conocido, sin que de
su enumeración pueda sacarse un relato que pueda sorprender, contar algo nuevo a
alguien. E incluso que algunos personajes salgan de la narración abruptamente como
si un fallo de montaje los hubiera eliminado sin avisar al guionista acaba
honrando esa misma cualidad que la vida real oferta. Enmarcada en ese paisaje
del suburbio norteamericano hecho de casas y jardines idénticos, acaba contando
la mayor y más improbable gloria de una especie tan dotada para la exaltación como
para el aburrimiento: que la supervivencia más digna a la vida pudiera estar no
en el temor a lo que vendrá, sino en negociar con lo que no deja de venir.
22 septiembre 2014
21 septiembre 2014
burros en manos de burros
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/09/19/actualidad/1411158144_404356.html
veinte veces más ignorado
Las
páginas de economía de un periódico permiten siempre el ejercicio de calibrar
el contraste entre la probable verdad terrible del diagnóstico –leer a Krugman
es siempre esto- y la tranquilidad con que el resto de noticias impresas se
suceden en las siguientes páginas y los siguientes días, como si solo se
leyeran a sí mismas. Queda a cada cual discernir si el error está en la
previsión o en la inopia que el mundo prefiere como modo ubicuo de gestión. Es
así como El País 19.9 puede imprimir esto acerca de la oms –“Este es el mayor brote que el mundo haya
visto. Necesitamos aumentar veinte veces la asistencia. Los casos se doblan
cada semana… el brote está llevando a los gobiernos afectados al borde del
precipicio. Es el desafío más importante en tiempos de paz que haya afrontado
Naciones Unidas. No habíamos visto algo de esta escala, de este nivel de
sufrimiento. Es una crisis social, económica, una amenaza a la seguridad
mundial. La vida de 22 millones de personas en los países afectados se ha
derrumbado. Nada de lo que vemos tiene precedentes.”- y en la misma página,
noticia de la previsión demográfica para finales de siglo, 11.000 millones de
personas (4.000 solo en África frente a los 1.000 actuales) frente a los 7.200 que
somos hoy. Y, como ocurre con las páginas de economía, darle la misma importancia
que al resto de cosas que nos ocurren cada día: el fútbol, el cine, la cerveza.
20 septiembre 2014
medida por recambio
Shakespeare,
que vivió en un tiempo en que las compañías reclutaban gente de la población a
que llegaran para interpretar pequeños papeles, habría visto como natural que
el asistente de dirección ocupe el puesto del protagonista principal, y más
aún, que la razón sea que el actor principal –Richard Burbage entonces, Alexander
Feklistov en el montaje de Cheek by Jowl estos días, en el María Guerrero- sea
devuelto a su país nada más bajar del avión por su actitud durante el vuelo. Es
así como, si nadie viene a decírtelo, el asistente de dirección de esta producción
del Barbican londinense y el Pushkin moscovita puede pasar por el Duque sin
mayor problema, sin que acaso tu memoria lo relacione con el hecho de haber
visto, media hora antes del estreno, cómo uno de los miembros del equipo pasea,
texto en mano, como si acabaran de darle el papel. Pasa la compañía junto a ti,
en el bar, tras la función, y solo entonces el duque parece, de forma tan obvia,
el asistente de dirección Kirill Sbitnev. Y sin embargo vienes de una función perfecta,
nítida y grácil, que fluye con una claridad gozosa que uno no recuerda haber
sentido en anteriores versiones de Medida por medida.
Poco
desentona, por demás, en una obra en la que el personaje principal la atraviesa
disfrazado de monje para poder, así, observar cómo se desenvuelven sus súbditos
en sus ausencia. O en la que el personaje de Ángelo, una suerte de inquisidor clásicamente
a merced de sus instintos cuando nadie mira, recuerda a Putin a poco que uno le
observe. Doce meses exactos desde la magnífica Ubu Rey y ocho años después de que
Donellan y Ormerod trajeran a este mismo teatro una luminosa y festiva Noche de
reyes, interpretada también por un elenco ruso, la categoría en que Medida por
medida suele ser encajada –una de las tres Problem plays de Shakespeare- es, en
manos de Donellan, apenas un problema clásico: la elección adecuada de quién se
baja de un avión o de su casa para dirigirla.
19 septiembre 2014
balcón a ningún lado
Quizá
porque ya las dos obras de Vargas Llosa representadas en el Español en los
últimos tres años han contado de cierto quijotismo lo que ya podían contar –en
La chunga, el secreto propio como excusa de la ensoñación ajena; y en Kathie y
el hipopótamo, el refugio en la ficción de un relato para sobrevivir a otro más
áspero- este Loco de los balcones es solo la acotación a ambas. Y de paso,
escasamente teatro. Asombra que nadie lo haya dicho en voz alta a tiempo de
parar el despropósito. O al menos de haberlo parado antes de las casi dos horas
que dura el evento. La acción es mínima y previsible, y el resto es acotación a
lo que es obvio a los cinco minutos del relato. Fatigosa, interminablemente repetitiva
en torno a lo que es, en su lección moral, mucho más claro material de columna
de un periódico, como presunto teatro cansa y aburre sin remedio. Desperdicia a
Sacristán, ensalza una parte, escasamente gloriosa, de la obra de Llosa que
debiera quedar para estudiosos, y pone en un escenario lo que no pertenece a
él. Y ni siquiera queda el consuelo, como ocurría con Ana Belén en Kathie, de
escuchar cantar a Alberto Frías a pleno pulmón.
17 septiembre 2014
vuelta a Millás
En
tiempos de la reducción traída por internet, la concisión pasa desapercibida, o
peor aún, parece una más de las herramientas al servicio de la primera. Por eso,
y porque el ejercicio más asombroso de la concisión al servicio de la creatividad
es repetir la primera sin agotar la segunda, se lee a Millás como si siempre fuera
a estar aquí, concentrando ambas –brevedad e inventiva- en un formato que
viniera con el periódico como lo hacen los idénticos suplementos de moda que
retractilan todos. Escribe sobre Julio Verne, a la vuelta de vacaciones, en El
País 14.9 –“he aquí un tipo que descubrió
el siglo XXI dentro del siglo XX, lo que viene a ser como adivinar la edad de
los metales en medio de la edad de piedra”- y ni leerlo en Internet resta
fulgor a ese brillo familiar de la edad del genio inserto en el molde de la del
ingenio.
16 septiembre 2014
de memorias propias
Se
cumplen 100 años del nacimiento de Bioy Casares, que son también 20 desde que
uno regalara a un par de amigos uno de sus libros menos suyos, a la manera en
que Paul Auster compilara su Pensé que mi padre era dios (2002): uniendo textos
ajenos. Aquel libro de Bioy, publicado en España por Tusquets en 1997, se llamó
De jardines ajenos y contenía citas, fragmentos, frases escuchadas por el
escritor argentino durante sus viajes. No sabía uno al regalarlo que, ligado él
mismo a la sombra imposible de Borges, de quien fue amigo íntimo durante décadas,
su obra iba a quedar, también, si no sembrada en suelo ajeno, sí leída como si
compartiera el agua que regaba el de al lado.
15 septiembre 2014
decir lo que no quiero oír
Una
carta publicada hoy en El País se lee como el eco real de lo que, en la página
de enfrente, se clama desde el socialismo madrileño organizado contra la
posibilidad de ser superados por Podemos en las próximas municipales: escribe
Felipe Cerezo-Yuste desde Valladolid que decidir no votar a un partido a raíz
de una “declaración, comentario o
decisión desafortunada es exigirle la perfección a un partido cuando es
totalmente imposible. Si algún partido se acerca a parecerlo, probablemente
ofrece lo que no puede cumplir, y es populista… cómo quizá los partidos hasta
hoy mayoritarios lo siguen siendo porque muchos de sus votantes aceptan sus
problemas a cambio de sentirse representados en lo que les importa”. Desde
la página opuesta, el presidente del socialismo madrileño organizado clama
contra cómo “el juego populista iniciado
por el pp es antipolítica… cómo el pp ha encontrado unos aliados (Podemos) que
no podría imaginar… cómo el partido de Pablo Iglesias es “oportunista, tiene
vocación de totalidad y no sabe gobernar una sociedad plural… cómo hay partidos
tremendamente eficaces para la destrucción y no para la construcción”. Sin
ese nombre –Felipe- y esa población – Valladolid- de por medio, quizá lo que
desde el psoe se aceptaría enunciar es que a qué venir a exigir que quien
promete algo en política esté, además, obligado a cumplirlo, o al menos a no
avergonzar aquel propósito. Como si a estas alturas, además de las ventajas de
la fe, hicieran falta los milagros. Por eso el olor que viene del psoe es el de
Lázaro, esperando lo que le prometieran.
11 septiembre 2014
día mundial del mundial
En el día mundial de la prevención del suicidio, España anota 52 puntos en cuartos de final ante Francia.
04 septiembre 2014
nacionalismo y sustrato
El roble en que ancla sus ramas identitarias el país vasco sufre en su cuarta generación o los achaques del suelo o la dieta de nutrientes pobres que nutre su política.“Ha entrado prematuramente en el otoño”, confirmó ayer la profesora de Biología vegetal de la Universidad del País Vasco Miren Duñabeitia. Las pocas hojas que le quedan son marrones, su tronco se mantiene esquelético, y en el arcilloso suelo a su alrededor han abierto un foso para intentar que sus raíces vuelvan a nutrirse y crecer. Los turistas no pueden ni acercarse.” –se lee en El País, ayer. Pobre roble, a quien no pueden matar ni dejar morir.
02 septiembre 2014
un nombre mejor
A medida que los efectos de la crisis se enquistan en lo social, un nuevo nombre que darle al apocalipsis surge, uno al que tranquiliza el alza bursátil, el interés al que se financia el estado al emitir deuda, la costumbre de la precariedad hasta poder ser pronunciada como estructural, es decir, fuera del alcance del sistema que podemos tener. Y por cada nueva puerta a la recuperación que se dice ver, nuevos tabiques se añaden dentro. Y dentro de ellos, el mundo es el antiguo, el que creó la burbuja financiera, el que fingió el estado de bienestar, el que sostiene aún, por poco tiempo, a los partidos de izquierda mientras se gesta la nueva alternativa, que lo es al tiempo contra la derecha neoliberal y contra los acuerdos de cesión de soberanía nacional. Y cuando la precariedad se haya enquistado, nadie tras esas puertas de la política y el gran dinero dirá recordar que, incluso al amparo de una prosperidad de ficción, la dignidad laboral obtuvo cotas ganadas con sudor y sangre. Qué más podría satisfacer a los dueños del dinero que la enésima derrota del socialismo vía destrucción de los derechos laborales. Para conmemorar un siglo de la matanza en las trincheras, se desciende a ellas a vivir.
01 septiembre 2014
cada 12 meses
A falta de horas para que El País aparque la costumbre veraniega de entrevistar a gente inteligente para volver a llenar páginas con el discurso pueril, mezquino o directamente bobo que nutre la política y la economía, una página que poder leer cada día de aquí a julio de 2015.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/01/14/actualidad/1389716541_468969.html
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/01/14/actualidad/1389716541_468969.html