23 junio 2012

ser un hombre danés

Quizá porque la traición de Rosencratz y Guildestern más mereciera otra víctima que no Hamlet, la versión que encarna estos días Alberto San Juan en el Matadero asoma, en lo desquiciado que no cesa, una forma peculiar de redención, pues escuchando las líneas del príncipe de Dinamarca, a quien vemos es a… Ricardo III. Incluso la cojera obvia de San Juan estos días juega a esa visión. Explícita, incansablemente enloquecido, la lucidez de sus parlamentos parecen venir de un personaje más calmo, un segundo espectro, tal como los de Ricardo III son también los de un narrador que explicara minuciosamente a la audiencia su plan criminal. Es una pena porque enfrente está un Polonio inusualmente divertido en la encarnación de Javivi Gil y un rey Claudio en manos de Pedro Casablanc que borda el político charlatán que viene de asesinar a su hermano como quien de vencer en una Congreso constituyente.
¿Se le pasó por la cabeza en algún momento a Will Keen que con solo invertir los roles de San Juan y Casablanc hubiéramos tenido un montaje mucho más afinado?. Un rey usurpador tiene motivos para estar loco desde que asoma, pero un hijo que al tiempo es encargado de vengar el asesinato de su padre y que decide perder a la mujer que ama merece una gradación de dolor, paciencia y ansía de venganza que sea compatible con, por ejemplo, ponerse a hablar a una calavera con amor de niño, renunciar a matar al culpable por hallarle a salvo del cielo en ese instante, o ese prodigio de afinación que es pedir a Rosencratz que toque la flauta, pues ha de serle más sencillo, dados los sonidos que vino a sacarle a él. Por no hablar de una pregunta más valiosa –cómo amaría a Ofelia si el dolor por la misión encomendada no nublara su ánimo.
Casablanc y San Juan han sido ya antes padre e hijo de un tiempo de crimen y sucesión. Se llamó Marat-Sade, de Peter Weiss, en la versión magnífica de Andrés Lima en el María Guerrero en 2007. Entonces era Marat/Casablanc el profeta de la violencia. Por allí estaba también Javivi Gil, entre los locos del sanatorio en que sucede la obra. Hay, pues, dos espectros no avisados en este Hamlet, además del de Ricardo III –el de este príncipe sacado de aquel manicomio, y el que encarna Mario Gas como la voz del rey asesinado. 

1 comentario:

A.Pérez dijo...

ahora que han pasado lo días desde que la vimos si veo más claro que San Juan está un poco pasado en su personaje de Hamlet. mucho ruido, si creo que el personaje merece algo más de calma en ciertos momentos.

:)