02 enero 2011

Naipes


Quizá porque el acto de comprar un paquete de tabaco era, de por sí, inclinar la apuesta, multiplicar por 20 las posibilidades de que le gustara, el niño extrajo de una baraja un naipe, y de la parte de atrás de una pizarra del colegio, el corcho para fabricar el cigarro. En la escalera de casa, entre el segundo y el tercero, enrolló como pudo el cigarrillo lleno de corcho (y sin añadir celo dudo que aquello aceptara plegarse), lo encendió y probó a fumar. Si sobrevivió a aquel intento para sentir, de por vida, repulsión por el tabaco, y no –lo que hubiera sido más natural- por los naipes, las pizarras o el celo, acaso es porque si la realidad supera la ficción, no quiere decir que sea mejor que ésta. E insospechado a partir de hoy, ni siquiera más longeva. Feliz reparto nuevo de cartas.

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