12 enero 2011

el mártir y su cripta


"Golpe bajo a la libertad, muestra de estolidez y una vileza" –alerta francisco rico en El País 11.1.11. "dejemos de lado que no pocos argumentos contra el tabaco carecen de rigor científico y son simple fruto del desconocimiento". ¿Pruebas de esa fragilidad científica? “como cuando hace años el aceite de oliva se consideraba malo para el colesterol y se excluía de la sana dieta mediterránea en la que hoy tanto se ponderan sus virtudes”. El símil, la comparación como prueba de laboratorio, pues. También podía haber añadido esa otra prueba irrefutable de la variabilidad médica que es la trepanación, juzgada durante siglos como una práctica médica aprobada, y hoy en desuso. “Concedamos que la prohibición de fumar en muchos lugares públicos es una medida juiciosa” –dice. Sólo que uno no entiende que, privada de pruebas científicas rigurosas, la prohibición de fumar atienda a razones de salud pública… que deban, pues, basarse en el sentido común, que sin pruebas… ¿ha de ser, quizá, no fumar donde haya niños? No porque el humo sea nocivo en absoluto –que “careciendo los argumentos contra el tabaco de rigor científico”, la preocupación sobra- sino ¿por estética o higiene?. ¿En qué otros lugares públicos conviene no fumar? ¿hospitales quizá? Aunque sin argumentos rigurosos en contra, podría verse como una exageración que hiciese cundir la alarma sin base alguna. ¿En aviones? No, la prohibición podría aumentar el nerviosismo propio del despegue.
“A los fumadores en ejercicio se les veta la entrada en multitud de sitios, mientras a nadie se le fuerza a ir a los bares o restaurantes que aquellos elijan”, rigurosísima comparación, que en su primera parte es tan exacta como decir que a un amante del cine que quiera entrar desnudo en un colegio se le veta la entrada por amar al cine. Y en su segunda parte, es directamente falaz al ignorar que basta que alguien encienda un cigarrillo en cualquier sitio –y no es una posibilidad, sino una condición de cualquier lugar público-, para que “los bares o restaurantes que cualquiera elija” se convierta en el acto en un bar o restaurante de fumadores. La posible incongruencia gramatical de la ley es otra prueba rigurosa de que el tabaco no puede ser tan nocivo como dicen, vaga sintaxis acorde a esos “vagos peligros” de los que “no hay por qué proteger a los no fumadores”.
Por vileza entiende el docto “el espíritu persecutorio, busca de culpabilidades, de aliento a la intolerancia y la discordia, y de cerrazón sectaria a la realidad de la vida y de los hombres”. Aunque preclaramente demostrada, en los primeros párrafos de su diatriba, la inocuidad del tabaco, ante la impotencia de la ciencia y su carencia de rigor científico, uno esperaría de un literato la acusación, más obvia, de invención, de falsedad, y no la que carga contra la incitación a denunciar lo que, ya queda dicho, no puede denunciarse por no haber delito. Cabe también la extravagancia de aceptar lo que una ley conlleva –un código y el castigo de su incumplimiento. Si el sr. rico lo ve por un instante como una gramática, a lo mejor entiende algo. Si no, da igual. La ley, como hasta ahora los fumadores, está por encima de cualquier lamento. Llamar “espíritu persecutorio” a la única forma de lograr que la ley sea acatada, es una ruindad que deliberadamente ignora que la denuncia ciudadana es la única forma de lograr que una ley así se cumpla. “Busca de culpabilidades” no tiene connotación negativa alguna, hasta que se le añade “sin culpa”. Decir “de aliento a la intolerancia y la discordia, y la cerrazón sectaria a la realidad de la vida y de los hombres” es hablar a un espejo sin querer verlo. Alega finalmente la necedad de no permitir fumar en espacios habilitados en hospitales y centros sanitarios, donde más falta hace. Y pues se trata de esto, sugiero dejar fumar también en autobuses en medio del atasco, en ascensores en los que uno suba o baje rumiando algún desengaño, en el vagón de metro si uno llega tarde, en las guarderías para paliar la desazón de ver llorar a un niño. Para ilustrar su sensatez, la distancia crítica con la que habla, un poco antes de afirmar que nunca ha fumado, adecuadamente recuerda que a los enfermos mentales y discapacitados les está permitido fumar. Como muestra la imagen.

1 comentario:

Anónimo dijo...

http://www.elpais.com/articulo/opinion/impostura/fumador/elpepiopi/20110116elpepiopi_5/Tes