21 septiembre 2007
Todos en el mismo Barroco
Tres personajes en escena, tal si uno por revisitación: aquel a cuenta de la novela de Choderlos de Laclos, aquella por la visión de Heiner Muller en su Cuarteto, éste por lo que Tomaz Pandur y Darko Lukic ofrecen de ambas obras en su Barroco, estos días en el Centro cultural de la villa. De un triángulo tratan las obras precedentes, y así ésta, en la que la conocida historia de la pasión de apostadores que consume a la marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont deviene en una carrera en la que si la máxima es ganar o morir, en el proceso no lo es menos ganar o matar. La historia es la de dos vampiros y de cómo ellos mismos degeneran en víctimas de sus apetitos o , en el mejor de los casos, en sangre para el experimento. Como el ballet que también es, Barroco pasa por sus actos igualándoles en un crescendo que les despoja de todo, hasta que, vestidos o no, se revelan idénticos. Los tratos a que llegan lo son con un demonio común que no aparece, y que es sustituido y explicado, vuelto del teatro al patio de butacas, con sus culpas y nuestra parte en ello, por un Puck dotado de la majestad de los naufragios y las resurrecciones, y en el que las velas del barco que sostiene no pocas veces se transfigura en alas, perfectas, por otro lado, para una figura que es la de un narrador y la de un juez. En la obra se escucha de ellos ser un museo de los apetitos infames. El poder que emana de la marquesa, la impunidad que del vizconde, son unos que afilan sus postreras horas en las guillotinas, y aquí halla uno la explicación a la belleza que postula Pandur como eje de todo esto: no la de la miseria que tapa lo que querrían ambos para asfixiarla, acto seguido, con perversiones del deseo, sino la de lo que en su extinción servirá de sustrato para algo nuevo. La misma deslumbrante y provocadora puesta en escena que, escasos meses antes, luciera Animalario en el María Guerrero con ese barroquismo de pasiones y razones que es Marat, Sade transpira y agoniza aquí en la piel de Blanca Portillo, Asier Etxeandía y Chema León.
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