16 junio 2007

of et lia, 1

En uno de los cuentos de Andersen una niña gasta sus cerillas en alumbrar deseos de un mejor clima, uno que le permita vivir más de lo que representa la luz y el calor de cada pequeña hebra de madera. Extintas éstas, se apaga aquella. Como cerillas gigantes encendidas de verde, una hilera de colosos escolta el camino que atraviesa uno de los parques que pueblan Copenhague y que desemboca en una estatua del gigante danés. Y en medio de este clima de otoño moribundo uno mira al cielo en el que el azul de noche no se va, sólo se aplaca -y por un rato- y piensa en lo que la gente querría, todos esos deseos apuntando hacia arriba como linternas infinitas, transportando al cielo todo el calor de que eres capaz en mitad del frío. Quizá poniéndolo a salvo.

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