05 junio 2007
El hombre que fue todos los días
El hotel Vernon, en el que los Doce Pescadores Verdaderos celebraban sus cenas anuales, era de esas instituciones sólo concebibles en una sociedad oligárquica prácticamente loca (…). Se trataba de algo descabellado, una empresa comercial exclusiva. O sea, no se pagaba por atraer a la gente, sino por espantarla. En el seno de una plutocracia los comerciantes tienen la astucia de ser más remilgados que sus clientes. Y se empeñan en crear dificultades para que su clientela rica y hastiada invierta dinero y diplomacia en superarlas. El dueño del hotel (…) había ganado una fortuna a base de dificultar el acceso al establecimiento. –escribió Chesterton al principio de su relato Los pasos extraños. Atraer a base de espantar es una técnica rentable si los espantados no se vuelven en tu contra más de lo que quienes cruzan el umbral de tu tolerancia permite amasar. Servirlo de primero en un restaurante entraña menos riesgo que hacerlo si has sido presidente de un gobierno, pero como avanza el relato tal es sólo cuestión de rentabilidad. En África hay países en los que es rentable una guerra civil, y no pocos presidentes de Estados Unidos llevaron y aún llevan esa promesa garabateada en el reverso de su programa. Si tienes verdadero talento quizá puedes incluso profetizar una guerra civil en tu país y luego transformar la paradoja en metáfora delante de los mismos que te escucharan lo primero. ¿Cómo se cuantifica el beneficio de poner en marcha una paradoja de amplio calado? Como su propia definición sugiere, la operación está sujeta a lo que se obtiene al contradecir la lógica más extendida. Esto es en sí una paradoja previa: como si cuantos más opinaran una cosa, más éxito espere al que insista en revelar justo lo opuesto. Es dudoso que espantando a tantos la caja registradora registre al final del día cifras suficientes. Con lo que se advierte la posible paradoja final: que no importe tanto lo que se gana o pierde contradiciendo la realidad, cuanto que la dimensión de lo subvertido alcance para garantizar al visionario una vida dedicada a ello. Que te paguen por clamar paradojas tiene mérito, que lo hagan por convertirte en una es heroico.
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